Gracias a la colaboración de la periodista, Vanessa Cecconi, tendremos la oportunidad de conocer Tailandia... EN MOCHILA y sin perder el Glamour...
esta experiencia comienza así:
BY @vcecconi7
Hay muchas maneras de viajar a Tailandia, pero la que escogimos es
desde luego una forma infalible de llevarte “tu mochila” bien llena. Poco
equipaje y la mente muy abierta a aprender de lo que a cada minuto encontrarás
en cada uno de sus rincones.
Hay miles de guías, un todo poderoso Internet que nos puede enseñar en
click millones de fotos, donde podemos consultar donde ir y qué encontrar… así
que lo que me gustaría es abriros una pequeña ventanita desde la que os podáis
asomar a un gran país que desde el primer momento se abre al viajero con una
sonrisa en la cara. Tailandia puede ser todo un viaje para los sentidos.
Tras pasar 20 días allí, me
llevo la sensación de que si en algún lugar del mundo reside la Paz, ese puede
ser perfectamente Tailandia. No hablo de tranquilidad ni de silencio, hablo de
la verdadera sensación de paz.
Nuestro viaje nos llevó del
caos de las concurridas calles de Bangkok donde el torrente de olores,
música y colores es constante, a la apacible y “hippie” isla de Phanghan (Kho Phanghan
en las guía, “Kho” significa isla en Thai).
De Bangkok sorprende el caos, la célebre Khaosan Road, de donde nadie
debería marchar sin probar la exquisita comida (¡para estómagos entrenados!)
que los amables vendedores pasean por cualquier rincón. Fruta deliciosa, carne
de todo tipo en pinchos, las riquísimas cervezas de bandera Singha, Tiger y
Chang (la mejor), sin olvidar el excelente Pad Thai, uno de los platos tradicionales
que podrás degustar por todo el país. La capital ofrece también maravillas
arquitectónicas como el Palacio Real y la cantidad de templos (Wats) de los
vale la pena disfrutar.
Llevar mochila y organizar los transportes interiores tiene
ciertamente muchas más ventajas que inconvenientes, no habríamos podido
disfrutar del tren nocturno hasta Chiang Mai (segunda ciudad en importancia).
Allí encontramos desde un revisor que intentó enseñarnos Thai, una pareja de
catalanes con la que compartir experiencias hasta el momento y consejos, hasta
un grupo de jóvenes nórdicos que grabaron video protagonizado por una estrella
invitada, una señora ya en sus sesenta que estoy segura pasó uno de los
momentos para recordar de su vida. Por no hablar del “vagón golfo”, una especie
de discoteca improvisada donde se fumaba, bebía y charlaba con todo aquel
insomne que tuviera ganas de compartir.
Y llegamos a Chiang Mai, una ciudad amurallada con unos alrededores
para perderse absolutamente. Hacedlo, vale la pena. Allí pasé uno de los
momentos más especiales del viaje: meditar entre monjes budistas en plena
oración en el interior de un Wat. Eso es Tailandia. El poderse unir a sus
gentes en el momento que lo desees y constatar que ellos están encantados de
que lo hagas. Como encantados estuvieron los padres de los niños que cantaban
en un festival de colegio cuando animamos a una de las pequeñas que, sin mucho
éxito trataba de emular a Beyoncé. En los alrededores de Chiang Mai viven
también muchas tribus, como los Karen, una gente amabilísima con la que pudimos
compartir una comida después de un día muy especial de trekking por la selva.
Siéntate, habla, escucha, diviértete.
Vale mucho la pena.
Como valió nuestra visita a “Woody Elephantg Training”, una granja
regentada por dos hermanos que compran elefantes a circos o los rescatan de la
selva en condiciones deplorables para cuidarlos y protegerlos. Cada día quedan
menos elefantes en libertad porque en Tailandia, como en todo el mundo, el
progreso avanza, y estos grandes animales se electrocutan con vallas
electrificadas cuando van a por comida, o son capturados para integrarlos en
los espectáculos que muchos hemos visto (jugar al fútbol, pintar un cuadro…).
Allí los turistas pasamos un día con ellos, recogemos comida para ellos, les
bañamos, paseamos no más de 10 minutos subidos a ellos, y es por ello que
tienen garantizada una vida digna, lejos de peligro y feliz. Esta es la web por
si queréis echar un vistazo: http://www.woodyelephanttraining.com/blog/ (también lo encontraréis en Facebook).
Ese gran día entre elefantes también nos reportó otra sorpresa, y es
el descubrimiento de “Job 2 do”, un excelente grupo de reggae tailandés, como lo oís, Tailandia
destila reggae, se escucha muchísimo a Bob Marley por ejemplo. En iTunes podéis
escuchar a “Job 2 Do”, juzgad vosotros mismos!.
Más al sur, y antes de zarpar hacia la isla, nuestra siguiente parada
fue la selva de Khao Sok, un paraíso natural donde realmente sientes estar en
otro mundo. Una cabaña de madera básica, sin televisión, sin agua caliente, con
muchos mosquitos, sanguijuelas, monos, ranas, murciélagos y un lago extensísimo
rodeado de formaciones rocosas en forma de enormes y majestuosos menhires que
impacta sobremanera. Como también impacta la cantidad de lluvia que puede
llegar a caer, y que nos obligó a marcharnos un día antes… no en vano se trata
de una selva húmeda con 8 meses de precipitaciones al año. Con todo, volvería
sin dudarlo.
Y para terminar esta pequeña ventana a ese gran país,¿ qué mejor que
unos días de relax en una isla?. En Phanghan hay mucha gente europea viviendo,
familias enteras vestidas al más puro estilo hippie, británicos que regentan
uno de los mejores centros de buceo/snorkel, encuentras a músicos que se
sientan a comer libreta y guitarra en ristre en busca de inspiración. Y perros,
muchos perros que corren en libertad y que pertenecen a la isla, tanto como la
isla a ellos. Allí conocí a “Sandy” a la que llevaré siempre en el corazón. El
centro de cuidados animales de la isla me hizo ver que la gran mayoría no está
abandonada, simplemente disfruta de la libertad. Al creer que estaba abandonada
quise informarme sobre la posibilidad de traérmela a casa y su respuesta fue
que “por favor, no hagas sufrir a la perra una vida en un piso con quizás un
pequeño jardín. Estos perros pertenecen a la isla”.
Huelga decir que los paisajes estarán a la altura de vuestra
imaginación. Y retomando el buceo es importante saber, a los que os apasione,
que Sail Rock, una de las salidas que hicimos, está catalogado como uno de los
mejores sitios para bucear del mundo. El
fondo marino del que tuvimos el privilegio de disfrutar (haciendo snorkel, eso
sí, el buceo todavía se resiste!) es de los más espectaculares que he
visto. Hasta pequeños tiburones nos
pasaron por delante, tan elegantes, tan majestuosos.
Entra descalzo en los sitios, respeta sus costumbres, habla con la
gente, come su comida, maravíllate de todo lo que te rodee y seguro que Tailandia
será mucho más que unas cuantas bellas fotos de paisajes, será una experiencia
que recordarás de por vida.
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